“Aarón
Palacio, a las puertas de la alternativa”
Una
nueva etapa comienza para el torero aragonés en Nîmes.
En Biota, un pequeño pueblo de la Comarca de las Cinco Villas, provincia de Zaragoza, nació el 21 de enero de 2005 Aarón Palacio Aineto. Sus primeros años transcurrieron entre las calles tranquilas de su tierra natal, pero muy pronto el destino empezó a marcarlo con la fuerza de una vocación que parecía más intuida que explicada. No venía de una familia con tradición taurina, pero había algo en su interior que lo empujaba a mirar hacia el ruedo. El día de Navidad en que recibió una muleta como regalo fue quizá la chispa que encendió la llama: pocos días después, en una visita a Ejea de los Caballeros, saltó al ruedo de una ganadería y comenzó a imitar, con la inocencia de un niño y la seriedad de un torero, lo que había aprendido de los vídeos. Aquella improvisación, a medio camino entre el juego y la revelación, se convirtió en el primer capítulo de una carrera.
Pronto entró en la Escuela Taurina “Mar de Nubes”, con sede en Zaragoza, donde su talento encontró cauce. Allí se forjó con disciplina, bajo la tutela de técnicos y maestros como Miguel Ángel “El Duque” y Miguel Cuartero, que no buscaban simplemente formar toreros, sino transmitir valores de respeto, esfuerzo y responsabilidad. Años después, Aarón ha reconocido que ese aprendizaje temprano le hizo madurar antes de tiempo, que el hecho de jugarse la vida día tras día frente a un animal de más de 400 kilos es una forma acelerada de crecer. “El torero nace, vive y muere siendo torero”, ha dicho alguna vez con rotundidad, consciente de que más allá del oficio, el toreo es un modo de vida.
Su estilo refleja esa madurez. Toreo clásico, templado, limpio, con gusto por los muletazos despaciosos y ligados, con la ambición de buscar siempre la pureza. No rehúye la dificultad: si el toro no colabora, sabe apretar los dientes, adaptarse y dejar en cada tanda la huella de su seriedad y su ambición. Esa conjunción de clasicismo y firmeza lo ha convertido en una de las grandes promesas de la tauromaquia.
Los reconocimientos no tardaron en llegar. En 2024 se proclamó ganador del prestigioso Certamen Zapato de Oro de Arnedo. Ese mismo año fue distinguido como Mejor Novillero de la temporada en la Real Maestranza de Sevilla por la Tertulia Los 13, gracias a la faena del 26 de mayo en la que cortó una oreja y conquistó a la crítica. También ha brillado en Bilbao, Pamplona, Madrid y en distintas plazas francesas, como Garlin, donde demostró su temple aunque los aceros le privaran de mayor premio.
El 19 de abril de 2025, en la Feria de San Jorge de Zaragoza, abrió la puerta grande de la Plaza de la Misericordia tras una tarde memorable que lo confirmó como profeta en su tierra. Poco después, una serie de percances en Tarazona de Aragón, con tres cogidas seguidas y un esguince en el tobillo, lo obligaron a frenar. Pero Aarón volvió con fuerza, reapareciendo en Albacete, Mas de Las Matas, El Casar y Arganda del Rey y mirando de frente el futuro inmediato que lo espera.
Ese futuro tiene fecha: el 20 de septiembre de 2025. Ese día tomará la alternativa en la plaza de toros de Nîmes, dentro de la Feria de la Vendimia, uno de los escenarios más emblemáticos de Francia. El padrino será José María Manzanares, el testigo Andrés Roca Rey y los toros, de la prestigiosa ganadería de Jandilla. Será un día que quedará escrito en su biografía como el paso definitivo de la promesa al matador, de la ilusión al compromiso mayor.
En Biota ya se ha fundado la Peña Taurina Aarón Palacio, que lo acompaña en cada compromiso, que organiza tertulias, viajes y visitas a ganaderías para apoyarlo. Entre los suyos, Aarón encuentra el calor que le recuerda de dónde viene y hacia dónde va. Él mismo lo resume con sencillez: afronta cada tarde “como si fuera la última”, consciente de que el toreo es entrega, verdad y riesgo.
Apenas ha cumplido veinte años y ya carga sobre sus hombros la responsabilidad de ser señalado como una de las grandes promesas de la tauromaquia actual. Su historia es la de un niño que jugaba a imitar pases en un ruedo vacío y que hoy se prepara para convertirse en matador de toros en una de las plazas más prestigiosas del mundo. Un relato de vocación temprana, de maduración acelerada, de triunfos, heridas y sueños, que sigue escribiéndose cada tarde en que Aarón Palacio se viste de luces.
¡A por todas, Aarón! El valor, la
verdad y la pasión que te han traído hasta aquí te llevarán aún más lejos.
“Aarón
Palacio, a las puertas de la alternativa”
Una
nueva etapa comienza para el torero aragonés en Nîmes.
En Biota, un pequeño pueblo de la Comarca de las Cinco Villas, provincia de Zaragoza, nació el 21 de enero de 2005 Aarón Palacio Aineto. Sus primeros años transcurrieron entre las calles tranquilas de su tierra natal, pero muy pronto el destino empezó a marcarlo con la fuerza de una vocación que parecía más intuida que explicada. No venía de una familia con tradición taurina, pero había algo en su interior que lo empujaba a mirar hacia el ruedo. El día de Navidad en que recibió una muleta como regalo fue quizá la chispa que encendió la llama: pocos días después, en una visita a Ejea de los Caballeros, saltó al ruedo de una ganadería y comenzó a imitar, con la inocencia de un niño y la seriedad de un torero, lo que había aprendido de los vídeos. Aquella improvisación, a medio camino entre el juego y la revelación, se convirtió en el primer capítulo de una carrera.
Pronto entró en la Escuela Taurina “Mar de Nubes”, con sede en Zaragoza, donde su talento encontró cauce. Allí se forjó con disciplina, bajo la tutela de técnicos y maestros como Miguel Ángel “El Duque” y Miguel Cuartero, que no buscaban simplemente formar toreros, sino transmitir valores de respeto, esfuerzo y responsabilidad. Años después, Aarón ha reconocido que ese aprendizaje temprano le hizo madurar antes de tiempo, que el hecho de jugarse la vida día tras día frente a un animal de más de 400 kilos es una forma acelerada de crecer. “El torero nace, vive y muere siendo torero”, ha dicho alguna vez con rotundidad, consciente de que más allá del oficio, el toreo es un modo de vida.
Su estilo refleja esa madurez. Toreo clásico, templado, limpio, con gusto por los muletazos despaciosos y ligados, con la ambición de buscar siempre la pureza. No rehúye la dificultad: si el toro no colabora, sabe apretar los dientes, adaptarse y dejar en cada tanda la huella de su seriedad y su ambición. Esa conjunción de clasicismo y firmeza lo ha convertido en una de las grandes promesas de la tauromaquia.
Los reconocimientos no tardaron en llegar. En 2024 se proclamó ganador del prestigioso Certamen Zapato de Oro de Arnedo. Ese mismo año fue distinguido como Mejor Novillero de la temporada en la Real Maestranza de Sevilla por la Tertulia Los 13, gracias a la faena del 26 de mayo en la que cortó una oreja y conquistó a la crítica. También ha brillado en Bilbao, Pamplona, Madrid y en distintas plazas francesas, como Garlin, donde demostró su temple aunque los aceros le privaran de mayor premio.
El 19 de abril de 2025, en la Feria de San Jorge de Zaragoza, abrió la puerta grande de la Plaza de la Misericordia tras una tarde memorable que lo confirmó como profeta en su tierra. Poco después, una serie de percances en Tarazona de Aragón, con tres cogidas seguidas y un esguince en el tobillo, lo obligaron a frenar. Pero Aarón volvió con fuerza, reapareciendo en Albacete, Mas de Las Matas, El Casar y Argande del Rey y mirando de frente el futuro inmediato que lo espera.
Ese futuro tiene fecha: el 20 de septiembre de 2025. Ese día tomará la alternativa en la plaza de toros de Nîmes, dentro de la Feria de la Vendimia, uno de los escenarios más emblemáticos de Francia. El padrino será José María Manzanares, el testigo Andrés Roca Rey y los toros, de la prestigiosa ganadería de Jandilla. Será un día que quedará escrito en su biografía como el paso definitivo de la promesa al matador, de la ilusión al compromiso mayor.
En Biota ya se ha fundado la Peña Taurina Aarón Palacio, que lo acompaña en cada compromiso, que organiza tertulias, viajes y visitas a ganaderías para apoyarlo. Entre los suyos, Aarón encuentra el calor que le recuerda de dónde viene y hacia dónde va. Él mismo lo resume con sencillez: afronta cada tarde “como si fuera la última”, consciente de que el toreo es entrega, verdad y riesgo.
Apenas ha cumplido veinte años y ya carga sobre sus hombros la responsabilidad de ser señalado como una de las grandes promesas de la tauromaquia actual. Su historia es la de un niño que jugaba a imitar pases en un ruedo vacío y que hoy se prepara para convertirse en matador de toros en una de las plazas más prestigiosas del mundo. Un relato de vocación temprana, de maduración acelerada, de triunfos, heridas y sueños, que sigue escribiéndose cada tarde en que Aarón Palacio se viste de luces.
¡A por todas, Aarón! El valor, la
verdad y la pasión que te han traído hasta aquí te llevarán aún más lejos.