La ganadería de Manuela Patón:
El legado bravo que florece en Villamanrique
En las
tierras austeras y sinceras de Villamanrique, en la provincia de Ciudad Real,
resiste y crece con solidez una ganadería que combina tradición, bravura y
pasión: la de Manuela Patón. Un hierro poco conocido para el gran
público, pero con un tesoro genético que hunde sus raíces en lo más selecto del
encaste Domecq y cuya historia está marcada por el esfuerzo silencioso de una
familia y una amistad torera que fue decisiva en sus momentos más críticos.
Un hierro con historia y herencia
La historia
de esta vacada se remonta al año 2014, cuando el matador Morante de
la Puebla, gran aficionado y criador de bravo, vendió un lote de reses
procedentes de la ganadería salmantina de La Campana a la familia Patón.
Aquel lote incluía vacas y sementales que Morante había adquirido unos años
antes de manos de José Sánchez Benito, ganadero salmantino, suegro de
Antonio Barrera y apoderado durante dos temporadas del propio diestro de La
Puebla del Río.
Sánchez
Benito había formado La Campana en 1999, tras eliminar el ganado anterior y
componerla con reses de El Ventorrillo, más tarde enriquecidas con vacas
y machos de Santiago Domecq, Núñez del Cuvillo y tres sementales
de Luis Algarra. Una mezcla genética de primer orden que acabaría
recalando, años después, en Ciudad Real.
A esa base
fundamental, Manuela y José Manuel Patón, al frente del proyecto
familiar, sumaron su experiencia previa: en 1994 ya contaban con una punta de
vacas de Santiago Domecq. Más tarde, Morante les proporcionó también un
semental ensabanado de Núñez del Cuvillo. Así se consolidó la simiente inicial
de esta vacada, que pastorea hoy en la finca ‘Sierra San Cristóbal’(Ciudad Real) con
el apoyo de otras explotaciones como “El
Campillo” (Jaén).
Cría selectiva y nuevas aportaciones
En los
últimos años, los Patón han continuado perfeccionando su ganadería con una
selección rigurosa y la introducción de nuevas líneas. Entre las
incorporaciones más recientes destaca la de varios sementales de El
Parralejo, ganadería que ha ganado prestigio por la chispa, casta y empuje
de sus animales. “Les hacía falta algo de motor”, explica José Manuel Patón,
que reconoce en este cruce una apuesta por equilibrar nobleza y transmisión.
Actualmente,
la ganadería cuenta con unas 140 vacas de vientre y varios sementales,
bajo una filosofía clara: crecer en calidad, no en cantidad. “El mercado
está complicado y si tienes más oferta que demanda, te acabas comiendo los
animales”, reconoce Patón. Por eso, el objetivo es mantener una producción
comedida: dos corridas de toros, dos novilladas picadas y una sin caballos
al año.
El papel decisivo de Román
La historia
de esta ganadería no puede contarse sin mencionar a un torero que ha sido más
que eso para la casa: Román. El espada valenciano fue un auténtico
salvavidas durante los años más duros, especialmente durante la pandemia. “Si
no fuera por él, no sé si estaríamos vivos”, confiesa el ganadero. En 2021 y
2022, Román lidió dos corridas de la casa, cuando nadie más apostaba por ellos.
Su entrega y amistad supusieron un punto de inflexión para esta vacada que hoy
le guarda un profundo agradecimiento.
Un hierro que se hace hueco
Hoy, el
hierro de Manuela Patón, con su característica divisa blanca y roja
y la señal de zarcillo en la oreja derecha y horquilla en la izquierda,
vive su mejor momento. Todo el ganado previsto para la temporada fue vendido en
el mes de noviembre, un indicador claro del interés creciente por los productos
de esta casa. En palabras de su ganadero, “nos estamos curtiendo en las
novilladas, porque sabemos que el crecimiento pasa por abrir líneas y
seleccionar desde abajo”.
Lejos de los
grandes focos, en un rincón de la provincia de Ciudad Real, esta familia sigue
luchando por hacer del toro bravo su forma de vida. Una historia de pasión
heredada, constancia y fe en el campo, que encuentra en cada embestida de sus
animales la recompensa de tantos años de trabajo silencioso.
"Gracias por abrirme las puertas de vuestra casa y compartir con generosidad el alma de vuestra ganadería."
La ganadería de Manuela Patón:
El legado bravo que florece en Villamanrique
En las
tierras austeras y sinceras de Villamanrique, en la provincia de Ciudad Real,
resiste y crece con solidez una ganadería que combina tradición, bravura y
pasión: la de Manuela Patón. Un hierro poco conocido para el gran
público, pero con un tesoro genético que hunde sus raíces en lo más selecto del
encaste Domecq y cuya historia está marcada por el esfuerzo silencioso de una
familia y una amistad torera que fue decisiva en sus momentos más críticos.
Un hierro con historia y herencia
La historia
de esta vacada se remonta al año 2014, cuando el matador Morante de
la Puebla, gran aficionado y criador de bravo, vendió un lote de reses
procedentes de la ganadería salmantina de La Campana a la familia Patón.
Aquel lote incluía vacas y sementales que Morante había adquirido unos años
antes de manos de José Sánchez Benito, ganadero salmantino, suegro de
Antonio Barrera y apoderado durante dos temporadas del propio diestro de La
Puebla del Río.
Sánchez
Benito había formado La Campana en 1999, tras eliminar el ganado anterior y
componerla con reses de El Ventorrillo, más tarde enriquecidas con vacas
y machos de Santiago Domecq, Núñez del Cuvillo y tres sementales
de Luis Algarra. Una mezcla genética de primer orden que acabaría
recalando, años después, en Ciudad Real.
A esa base
fundamental, Manuela y José Manuel Patón, al frente del proyecto
familiar, sumaron su experiencia previa: en 1994 ya contaban con una punta de
vacas de Santiago Domecq. Más tarde, Morante les proporcionó también un
semental ensabanado de Núñez del Cuvillo. Así se consolidó la simiente inicial
de esta vacada, que pastorea hoy en la finca ‘Sierra San Cristóbal’ (Ciudad Real) con
el apoyo de otras explotaciones como “El
Campillo” (Jaén).
Cría selectiva y nuevas aportaciones
En los
últimos años, los Patón han continuado perfeccionando su ganadería con una
selección rigurosa y la introducción de nuevas líneas. Entre las
incorporaciones más recientes destaca la de varios sementales de El
Parralejo, ganadería que ha ganado prestigio por la chispa, casta y empuje
de sus animales. “Les hacía falta algo de motor”, explica José Manuel Patón,
que reconoce en este cruce una apuesta por equilibrar nobleza y transmisión.
Actualmente,
la ganadería cuenta con unas 140 vacas de vientre y varios sementales,
bajo una filosofía clara: crecer en calidad, no en cantidad. “El mercado
está complicado y si tienes más oferta que demanda, te acabas comiendo los
animales”, reconoce Patón. Por eso, el objetivo es mantener una producción
comedida: dos corridas de toros, dos novilladas picadas y una sin caballos
al año.
El papel decisivo de Román
La historia
de esta ganadería no puede contarse sin mencionar a un torero que ha sido más
que eso para la casa: Román. El espada valenciano fue un auténtico
salvavidas durante los años más duros, especialmente durante la pandemia. “Si
no fuera por él, no sé si estaríamos vivos”, confiesa el ganadero. En 2021 y
2022, Román lidió dos corridas de la casa, cuando nadie más apostaba por ellos.
Su entrega y amistad supusieron un punto de inflexión para esta vacada que hoy
le guarda un profundo agradecimiento.
Un hierro que se hace hueco
Hoy, el
hierro de Manuela Patón, con su característica divisa blanca y roja
y la señal de zarcillo en la oreja derecha y horquilla en la izquierda,
vive su mejor momento. Todo el ganado previsto para la temporada fue vendido en
el mes de noviembre, un indicador claro del interés creciente por los productos
de esta casa. En palabras de su ganadero, “nos estamos curtiendo en las
novilladas, porque sabemos que el crecimiento pasa por abrir líneas y
seleccionar desde abajo”.
Lejos de los
grandes focos, en un rincón de la provincia de Ciudad Real, esta familia sigue
luchando por hacer del toro bravo su forma de vida. Una historia de pasión
heredada, constancia y fe en el campo, que encuentra en cada embestida de sus
animales la recompensa de tantos años de trabajo silencioso.