HUERTA DE SAN ANTONIO: EL
REFUGIO DE MORANTE DE LA PUEBLA
Donde Morante vive y comparte su universo
Entramos en
la finca que guarda su historia, su pasión y su vida cotidiana: un espacio
donde el toro, el campo y el arte forman parte de una misma realidad.
A las
afueras de La Puebla del Río, en el Camino del Arca, el paisaje cambia
progresivamente. El entorno natural, marcado por el Guadalquivir y los
arrozales, prepara al visitante para la entrada a la Huerta de San Antonio, la
finca donde Morante de la Puebla ha configurado su lugar de residencia y
creación profesional.
No es un
cortijo convencional. Desde la entrada, el camino de albero conduce a
construcciones con almenas, torres y elementos de cerámica que evocan la
arquitectura tradicional andaluza con una estética propia. Todo está pensado
para ser funcional: se trata de una finca viva, utilizada diariamente, no una
recreación escenográfica.
El entorno como parte de la finca
El río
Guadalquivir, cercano a la propiedad, influye directamente en el ambiente del
lugar. Las marismas del Aljarafe generan una luz clara y constante que realza
los muros blancos y los materiales tradicionales. El entorno no es un añadido
decorativo, sino un componente esencial de la identidad del espacio.
Arquitectura y espacios
La finca
cuenta con instalaciones que reflejan tanto la vida personal del torero como su
actividad profesional y cultural:
Los
materiales, como la cerámica, el barro y la madera, refuerzan el carácter
tradicional del recinto sin perder funcionalidad.
Plaza de
tientas: un espacio
privado donde se realizan faenas de campo y tentaderos.
Vida privada y uso cotidiano
La Huerta de
San Antonio no es solo un lugar para la tauromaquia. Morante la utiliza como
residencia familiar y espacio de descanso. En la finca hay zonas dedicadas al
deporte, entre ellas un campo de fútbol, así como espacios ajardinados para la
vida diaria. El ambiente combina actividad y tranquilidad, reflejando el
equilibrio entre la vida pública del torero y su faceta personal.
Una finca abierta a experiencias
Además de su
uso privado, la finca está habilitada para visitas concertadas y actividades de
turismo experiencial. Se ofrecen rutas en carreta, paseos por el río y eventos
relacionados con la tauromaquia, pensados para que el visitante no solo
observe, sino que participe directamente.
Hechos recientes
La finca
también ha estado en el foco mediático. En 2018 fue objeto de pintadas con
mensajes amenazantes, y en enero de 2019 sufrió un incendio en una de las
caballerizas. Estos acontecimientos forman parte de su historia reciente y
reflejan la realidad de un espacio que, además de emblemático, está expuesto al
debate público.
La Huerta de
San Antonio representa mucho más que una residencia: es el centro de la vida
profesional, cultural y personal de Morante de la Puebla. Un lugar donde se
entrelazan la tradición andaluza, la tauromaquia y el día a día de una figura
que ha convertido su finca en una extensión de su identidad.
Salón de
eventos: preparado
para celebraciones, encuentros culturales y actividades sociales.
Aquí, la
finca no se visita como un mero escenario, sino como un entorno real y activo,
donde cada espacio tiene una función concreta y una historia que contar.
Museo
personal: con
objetos históricos, carteles de ferias y recuerdos taurinos que recorren la
trayectoria de Morante.
Un nuevo significado tras su retirada
La Huerta de San Antonio ha cobrado aún mayor
relevancia tras el gesto histórico de Morante en Madrid, cuando decidió
cortarse la coleta y anunciar su retirada de los ruedos. Desde ese momento, la
finca ya no es solo su hogar y centro de actividades taurinas, sino también el
lugar donde se abre una nueva etapa de su vida. Para muchos, este espacio
representa ahora el punto de retorno del torero a sus raíces, el escenario
donde se replantea su futuro y donde su arte continúa vivo, aunque ya lejos de
la plaza. La finca se convierte así en símbolo de cierre y comienzo: el lugar
donde Morante deja de ser únicamente figura del toreo para mostrarse como
hombre, creador y guardián de su propio legado.
HUERTA DE SAN ANTONIO: EL
REFUGIO DE MORANTE DE LA PUEBLA
Donde Morante vive y comparte su universo
Entramos en
la finca que guarda su historia, su pasión y su vida cotidiana: un espacio
donde el toro, el campo y el arte forman parte de una misma realidad.
A las
afueras de La Puebla del Río, en el Camino del Arca, el paisaje cambia
progresivamente. El entorno natural, marcado por el Guadalquivir y los
arrozales, prepara al visitante para la entrada a la Huerta de San Antonio, la
finca donde Morante de la Puebla ha configurado su lugar de residencia y
creación profesional.
No es un
cortijo convencional. Desde la entrada, el camino de albero conduce a
construcciones con almenas, torres y elementos de cerámica que evocan la
arquitectura tradicional andaluza con una estética propia. Todo está pensado
para ser funcional: se trata de una finca viva, utilizada diariamente, no una
recreación escenográfica.
El entorno como parte de la finca
El río
Guadalquivir, cercano a la propiedad, influye directamente en el ambiente del
lugar. Las marismas del Aljarafe generan una luz clara y constante que realza
los muros blancos y los materiales tradicionales. El entorno no es un añadido
decorativo, sino un componente esencial de la identidad del espacio.
Arquitectura y espacios
La finca
cuenta con instalaciones que reflejan tanto la vida personal del torero como su
actividad profesional y cultural:
- Plaza de tientas: un espacio privado donde se
realizan faenas de campo y tentaderos.
- Salón de eventos: preparado para celebraciones,
encuentros culturales y actividades sociales.
- Museo personal: con objetos históricos,
carteles de ferias y recuerdos taurinos que recorren la trayectoria de
Morante.
Los
materiales, como la cerámica, el barro y la madera, refuerzan el carácter
tradicional del recinto sin perder funcionalidad.
Vida privada y uso cotidiano
La Huerta de
San Antonio no es solo un lugar para la tauromaquia. Morante la utiliza como
residencia familiar y espacio de descanso. En la finca hay zonas dedicadas al
deporte, entre ellas un campo de fútbol, así como espacios ajardinados para la
vida diaria. El ambiente combina actividad y tranquilidad, reflejando el
equilibrio entre la vida pública del torero y su faceta personal.
Una finca abierta a experiencias
Además de su
uso privado, la finca está habilitada para visitas concertadas y actividades de
turismo experiencial. Se ofrecen rutas en carreta, paseos por el río y eventos
relacionados con la tauromaquia, pensados para que el visitante no solo
observe, sino que participe directamente.
Hechos recientes
La finca
también ha estado en el foco mediático. En 2018 fue objeto de pintadas con
mensajes amenazantes, y en enero de 2019 sufrió un incendio en una de las
caballerizas. Estos acontecimientos forman parte de su historia reciente y
reflejan la realidad de un espacio que, además de emblemático, está expuesto al
debate público.
La Huerta de
San Antonio representa mucho más que una residencia: es el centro de la vida
profesional, cultural y personal de Morante de la Puebla. Un lugar donde se
entrelazan la tradición andaluza, la tauromaquia y el día a día de una figura
que ha convertido su finca en una extensión de su identidad.
Aquí, la
finca no se visita como un mero escenario, sino como un entorno real y activo,
donde cada espacio tiene una función concreta y una historia que contar.
Un nuevo significado tras su retirada
La Huerta de San Antonio ha cobrado aún mayor
relevancia tras el gesto histórico de Morante en Madrid, cuando decidió
cortarse la coleta y anunciar su retirada de los ruedos. Desde ese momento, la
finca ya no es solo su hogar y centro de actividades taurinas, sino también el
lugar donde se abre una nueva etapa de su vida. Para muchos, este espacio
representa ahora el punto de retorno del torero a sus raíces, el escenario
donde se replantea su futuro y donde su arte continúa vivo, aunque ya lejos de
la plaza. La finca se convierte así en símbolo de cierre y comienzo: el lugar
donde Morante deja de ser únicamente figura del toreo para mostrarse como
hombre, creador y guardián de su propio legado.