Tres toreros. Tres caminos. Tres oportunidades.

Tres toreros. Tres caminos. Tres oportunidades.

 Un matador de toros, un novillero con caballos y un sin caballos. Tres hombres en distintos momentos de su carrera. Tres historias atravesadas por el mismo hilo: el amor incondicional a la tauromaquia.

Rubén Sanz, con quince años de alternativa y apenas una veintena de festejos en su haber, es un torero fiel. Extremadamente fiel, se podría decir. Pasó más de seis años sin pisar un ruedo, toreando apenas media docena de vacas en invierno, olvidado por las empresas. Y, sin embargo, cada vez que alguien le brindó una mínima oportunidad, su arte —intacto e innegociable— salió a relucir. En Soria, su tierra, ha sido triunfador siempre que lo han anunciado. Desde su alternativa ha cultivado una legión de fieles, a los que se suman todos los que lo descubren por primera vez.
El próximo 28 de septiembre, confirmará su alternativa en Madrid, tras quince años de espera. No se le ha regalado nada.

David Campos debutó con caballos después de un largo y silencioso peregrinaje. Años en blanco, otros con apenas un festejo, siempre con la duda de si volvería a vestirse de luces. Con un concepto clásico, puro y profundo, ha sido también un habitual en las capeas de la zona centro, buscando ese aliento del toro cerca de los muslos, para no olvidar el miedo que quiere vencer.
Natural de Cedillo del Condado, era lógico que Villaseca de la Sagra —por cercanía y por justicia— le diera su oportunidad. Pero se la negaron muchas veces, tanto sin caballos como con ellos.
Este 31 de agosto, por fin, torea en Villaseca tras años de espera. Sin atajos. Sin padrinos.

Ángel Alarcón, de Pastriz, Zaragoza, es novillero sin picadores y de corte artístico. Quizá él aún no sepa del todo que puede ser torero, pero hay quienes ya han visto en él algo distinto. Y si lo han visto, es por algo. Debutó hace unos años sin caballos en un pequeño pueblo de Jaén, y desde entonces apenas ha sumado festejos —ni media docena. Con un concepto muy suyo, ajeno a las modas y a la prisa, tiene esa insatisfacción silenciosa de los buenos artistas.
El 6 de octubre lidiará dos novillos por primera vez en su vida, nada menos que en la Feria del Pilar. Zaragoza verá lo que otros aún no han querido mirar.

Ahora díganles a estos tres que no se pueden quejar de oportunidades. Que ya tienen la suya. Ellos saben mejor que nadie que este día no es un regalo: se lo han ganado. A pulso. A base de sacrificio, de espera y, sobre todo, de amor. Amor a un mundo que rara vez les ha contado entre sus elegidos, pero al que ellos sí han contado todos los días de su vida.
Con la misma pasión que quien torea 50 tardes al año. Con la misma entrega que quien tiene su temporada hecha desde marzo. Con los mismos miedos que los demás… o quizá con más.

Ahí están. Con tan poco toreado, enfrentando el examen final sin todos los libros para estudiar.
Y, en el fondo, el resto debería envidiarlos.

Porque estos tres toreros de tres escalafones distintos no viven del toro: viven en el toro.
La suerte está echada.
Y ojalá la tengan toda.

Por: Miguel Ángel “El Duque”.