"Donde Nace
el Toro Bravo: El Tentadero en Toros de Guerrero"
El tentadero en
Toros de Guerrero, con Aarón Palacio, revela el alma del bravo en su forma más
pura.
En la
ganadería Toros de Guerrero, situada en Fuentes de Ebro (Zaragoza),
se celebra uno de los momentos más cruciales en la vida del ganadero: el
tentadero. Este acto no es un simple trámite, sino un auténtico laboratorio
de selección donde se pone a prueba la bravura, la nobleza y otras cualidades
esenciales del ganado bravo. En esta ocasión, el encargado de tentar las
becerras es el novillero aragonés Aarón Palacio, quien, con temple y
conocimiento, se convierte en el mejor aliado del ganadero para desentrañar el
valor genético de su ganadería.
En el
tentadero, las becerras se enfrentan primero a la prueba de la puya,
donde el picador mide su bravura. Lo ideal es que vayan al caballo por derecho,
con entrega, empujando con los riñones, sin escarbar, mostrando fijeza y
buscando siempre la pelea. Esta es la primera gran criba, donde se evalúa su
instinto de lucha en estado puro.
La segunda
gran virtud que busca el ganadero es la nobleza, que se valora en el
comportamiento frente a la muleta. Una becerra noble embiste cuando el engaño
se mueve con suavidad y precisión. Algunas aprenden más rápido que otras, pero
si el torero –como Aarón Palacio en este caso– es capaz de hacerle las cosas
con medida y temple, puede hacer que una becerra crezca durante la faena,
embistiendo cada vez más humillada, más templada, más entregada. Ahí está el
gozo del tentadero: cuando la becerra va de menos a más y embiste con
profundidad.
No todas las
becerras son igualmente bravas ni nobles, y por eso los ganaderos realizan los
tentaderos con máximo rigor. Si la nota final justifica su permanencia, la becerra
se queda en la ganadería. Si no, su destino será el matadero, por dura que sea
la decisión.
Algunas
veces, la bravura es tal que, al abrir la puerta de salida, la vaca no quiere
abandonar el ruedo. Se le tiene que sacar toreándola hasta el campo, y aun así
se queda en la puerta, pidiendo pelea. Esa es la bravura que emociona, pero
también exige un análisis fino: una becerra puede ser brava, pero si le falta
casta o nobleza, no sirve para madre.
Durante la
faena de muleta –que suele ser más larga que en una corrida– el torero se va
acoplando poco a poco a la embestida. Después de uno puede venir otro torero,
buscando siempre alargar la faena, provocar repeticiones y corregir defectos.
Se busca que la becerra no se aquerencie en las tablas, que embista en el
centro del ruedo y salga de los terrenos comprometidos cuando se le llama. Un
toro que se “raja”, que busca la querencia de las tablas, no es apto para la
lidia moderna.
Cada
ganadero tiene su criterio, su experiencia y su tipo de toro. Por eso es fundamental
que el propio ganadero esté presente en el tentadero; nadie puede
sustituir su ojo ni su intuición. Es en estos momentos donde se forja el
criterio propio, se aprenden de los errores y se toma nota de los matices que
harán que una camada mejore o retroceda.
El tentadero
es mucho más que una prueba: es el eje de la selección ganadera. Allí se valoran con precisión
cualidades como la fijeza, el humillar, el desplazamiento, la repetición, la
duración, la casta, la fuerza y la nobleza. No se trata sólo de que la vaca
embista, sino de cómo lo hace, con qué ritmo, con qué entrega y con qué
intención.
Además, hay
que tener en cuenta el encaste del animal, ya que cada línea genética
exige su distancia, su temple y su tiempo. Es difícil que dos becerras, incluso
de la misma ganadería, se puedan tentar de la misma forma. Por eso, el
tentadero también es un acto de conocimiento profundo y de sensibilidad.
En resumen,
el tentadero en Toros de Guerrero, con la participación del novillero Aarón
Palacio, representa la esencia misma de la cría del toro bravo: una mezcla
de pasión, experiencia, técnica y sensibilidad. Allí, en el ruedo silencioso de
la finca, se decide el futuro de la ganadería y se siembra la esperanza del
toro soñado.
Nuestro agradecimiento al ganadero y a
todos los allí presentes.
Ganadería “Toros de Guerrero” Fuentes de
Ebro (Zaragoza).
"Donde Nace
el Toro Bravo: El Tentadero en Toros de Guerrero"
El tentadero en
Toros de Guerrero, con Aarón Palacio, revela el alma del bravo en su forma más
pura.
En la
ganadería Toros de Guerrero, situada en Fuentes de Ebro (Zaragoza),
se celebra uno de los momentos más cruciales en la vida del ganadero: el
tentadero. Este acto no es un simple trámite, sino un auténtico laboratorio
de selección donde se pone a prueba la bravura, la nobleza y otras cualidades
esenciales del ganado bravo. En esta ocasión, el encargado de tentar las
becerras es el novillero aragonés Aarón Palacio, quien, con temple y
conocimiento, se convierte en el mejor aliado del ganadero para desentrañar el
valor genético de su ganadería.
En el
tentadero, las becerras se enfrentan primero a la prueba de la puya,
donde el picador mide su bravura. Lo ideal es que vayan al caballo por derecho,
con entrega, empujando con los riñones, sin escarbar, mostrando fijeza y
buscando siempre la pelea. Esta es la primera gran criba, donde se evalúa su
instinto de lucha en estado puro.
La segunda
gran virtud que busca el ganadero es la nobleza, que se valora en el
comportamiento frente a la muleta. Una becerra noble embiste cuando el engaño
se mueve con suavidad y precisión. Algunas aprenden más rápido que otras, pero
si el torero –como Aarón Palacio en este caso– es capaz de hacerle las cosas
con medida y temple, puede hacer que una becerra crezca durante la faena,
embistiendo cada vez más humillada, más templada, más entregada. Ahí está el
gozo del tentadero: cuando la becerra va de menos a más y embiste con
profundidad.
No todas las
becerras son igualmente bravas ni nobles, y por eso los ganaderos realizan los
tentaderos con máximo rigor. Si la nota final justifica su permanencia, la becerra
se queda en la ganadería. Si no, su destino será el matadero, por dura que sea
la decisión.
Algunas
veces, la bravura es tal que, al abrir la puerta de salida, la vaca no quiere
abandonar el ruedo. Se le tiene que sacar toreándola hasta el campo, y aun así
se queda en la puerta, pidiendo pelea. Esa es la bravura que emociona, pero
también exige un análisis fino: una becerra puede ser brava, pero si le falta
casta o nobleza, no sirve para madre.
Durante la
faena de muleta –que suele ser más larga que en una corrida– el torero se va
acoplando poco a poco a la embestida. Después de uno puede venir otro torero,
buscando siempre alargar la faena, provocar repeticiones y corregir defectos.
Se busca que la becerra no se aquerencie en las tablas, que embista en el
centro del ruedo y salga de los terrenos comprometidos cuando se le llama. Un
toro que se “raja”, que busca la querencia de las tablas, no es apto para la
lidia moderna.
Cada
ganadero tiene su criterio, su experiencia y su tipo de toro. Por eso es fundamental
que el propio ganadero esté presente en el tentadero; nadie puede
sustituir su ojo ni su intuición. Es en estos momentos donde se forja el
criterio propio, se aprenden de los errores y se toma nota de los matices que
harán que una camada mejore o retroceda.
El tentadero
es mucho más que una prueba: es el eje de la selección ganadera. Allí se valoran con precisión
cualidades como la fijeza, el humillar, el desplazamiento, la repetición, la
duración, la casta, la fuerza y la nobleza. No se trata sólo de que la vaca
embista, sino de cómo lo hace, con qué ritmo, con qué entrega y con qué
intención.
Además, hay
que tener en cuenta el encaste del animal, ya que cada línea genética
exige su distancia, su temple y su tiempo. Es difícil que dos becerras, incluso
de la misma ganadería, se puedan tentar de la misma forma. Por eso, el
tentadero también es un acto de conocimiento profundo y de sensibilidad.
En resumen,
el tentadero en Toros de Guerrero, con la participación del novillero Aarón
Palacio, representa la esencia misma de la cría del toro bravo: una mezcla
de pasión, experiencia, técnica y sensibilidad. Allí, en el ruedo silencioso de
la finca, se decide el futuro de la ganadería y se siembra la esperanza del
toro soñado.